HISTORIAS EN VERDE
LOS ARBOLES EN LA CIUDAD
11ª REFLEXION
He
aquí una pequeña historia:
Como creciente comercio entre una y otra civilización, los árboles
frutales y medicinales eran frecuentemente intercambiados. La Ruta de la Seda,
entre China y el Oriente próximo trajo frutos como el melocotonero, el
albaricoque, el limón, la naranja... mientras en la otra dirección plantas como
la Lawsonia
inermis fueron introducidas de China a India y Persia.
Algunos árboles fueron tan excesivamente plantados que no es fácil
indicar de dónde procedieron.
Donde el clima lo permitía se cultivaban olivos, pero se desconoce
quienes fueron los primeros en cultivarlo.
Los griegos pretenden que la diosa Atenas diga que son suyos, pero son
probablemente más antiguos que la civilización griega. En cualquier caso,
cuando los griegos viajaban llevaban el olivo con ellos, eso que antes fue
cultivado en Sicilia y el sur de Italia. Los romanos ayudaron a difundir las
plantas griegas. Es conocido que Lucullus trajo el cerezo de Armenia. Aunque el
cerezo crece silvestre en Italia, podemos asumir que era muy cultivado en
Armenia y que Lucullus trajo árboles mayores y de frutos más dulces que el
silvestre conocido. Un árbol que los romanos estaban orgullosos de él fue el
castaño (Castanea sativa), lo trajeron al norte de Inglaterra y tan
lejos como al Este de España.
Muchos de estos primeros trasvases fueron de árboles frutales. También
existió un cierto número de movimientos de árboles por su madera, pero
generalmente la gente utilizaba sus propios árboles para este fin; no fue hasta
el siglo XVIII cuando los árboles maderables fueron plantados a gran escala,
muchos de orígenes lejanos.
La idea de importar árboles por sus cualidades ornamentales es comparativamente
nueva, empezó en insignificante escala en el siglo XVI. A excepción de la que
los árabes habían realizado a España y Sicilia anteriormente. Aparte de árboles
frutales comestibles como el algarrobo (Ceratonia siliqua), el acerolo (Crataegus
azarolus), el pomelo (Citrus maxima), el naranjo (Citrus
spec.), el azufaifo (Zizyphus jujuba) y el pistacho (Pistacia
vera). Ellos también cultivaban árboles y arbustos de los cuales no
esperaban ni valor comestible, ni medicinal.
Eran los hibiscus, probablemente (Hibiscus syriacus) o Rosa de Siria, la acacia, la adelfa
(o quizás el rododendron), el paraíso (Melia azedarach), un espino majoleto
no identificado, jazmines blancos y amarillos y uno púrpura posiblemente la (Periploca
graeca)., el árbol de Judas (Cercis
siliquastrum), el alcornoque (Quercus suber) y el plátano (Platanus
hibrida orientalis x occidentalis). Ninguno de estos árboles es nativo
de España, sin embargo, es posible que los romanos hayan introducido algunos de
ellos o hayan sido naturalizados por los árabes en el período que estuvieron en
España. Debemos recordar que Persia tuvo una gran tradición de jardines, por
ello podía ser natural para los árabes establecerlos donde quiera que ellos
colonizaban.
El Renacimiento supuso un gran resurgimiento del interés por las
plantas coincidiendo con la colonización de Norte América. Los españoles,
establecidos en el Centro y Sur de América, importaron un gran número de
plantas ornamentales, como los guisantes, los pimientos, el tabaco, la patata, el
maíz, etc.. pero no parecían preocupados por los árboles, con la sola excepción
de la falsa pimienta (Schinus molle). En cualquier caso,
estas plantas no han sido cultivadas en el Norte de Europa, donde el interés en
cultivar nuevas plantas había aparecido. El clima de Norte América, por otro
lado, era similar al del Norte de Europa y esta era la esperanza de que los
árboles del Nuevo Mundo pudieran ser aclimatados al Viejo Mundo. Las primeras
introducciones parece que fueron realizadas por los franceses, aunque no se
conocen en la actualidad sus introductores.
Schinus molle - parque Los Pinos - Monte Quinto |
El árbol de la vida (Thuya occidentalis), un árbol
parecido a un ciprés con follaje aromático, fue introducido en 1.534. Muchas de
las introducciones parecen haber sido de plantas herbáceas y bulbos, hacia
final de siglo los franceses introdujeron la falsa acacia (Robinia pseudoacacia).
tuya occidentalis |
En los siguientes 30 años muchos árboles de Norte América fueron
cultivados por los Tradescants en su jardín de Lambeth, después su hijo visitó
Virginia y trajo otras muchas plantas. A través de estas primeras importaciones
llegó el cedro de Virginia (Juniperus virginiana), el ciprés
calvo (Taxodium distichum), el acer rojo (Acer rubrum) y
probablemente el acer común (Acer negundo), así como los nogales.
En el siglo XVII se continuó con la introducción de uno de los árboles
ornamentales más impresionantes, el cedro del Líbano (Cedrus libani). Fue
frecuentemente utilizado en el comercio en 1.670 pero no se conoce con
exactitud quién fue el responsable de su introducción. Se encontraba en
Turquía, desde donde viajó a través de los jardineros europeos y de los
viveristas turcos, puede simplemente haber llegado a través de los canales
comerciales establecidos. Parece extraño que los árabes con su amor a los
árboles de sombra no hubieran traído el cedro del Atlas (Cedrus atlántica) desde
Marruecos de donde es originario.
En los siglos XVII y XVIII muchos árboles extraños en Inglaterra eran
de Norte América.
Un gran plantador de aquellos días fue el Obispo de Londres, Henry
Crompton. En 1.685 intentó extender su surtido de plantas incorporando
exóticas, nombrando un entusiasta botánico nacido en Inglaterra, John Banister,
como misionero en Virginia, con instrucciones de mandar material de plantas en
su tiempo sobrante. Esta misión, desgraciadamente le costó la vida cuando en
1.692 cayó de un acantilado mientras recolectaba plantas. Sin embargo, había
previamente logrado hacer llegar expediciones a su obispo y a otros con los que
se correspondía. Ante un número interesante de árboles, incluía la primera
magnolia nunca vista en Europa, la (Magnolia virginiana.) También mandó
el quejigo (Quercus coccinea), la acacia negra (Gleditsia triacanthus), la
(Ostrya
virginiana), muchas de cuyas semillas se estropean con un invierno muy frío-
el (Liquidámbar
styraciflua) o estoraque con sus atractivos colores otoñales y un gran
número de coníferas, pinos, etc...
liquidámbar styraciflua - Parque Celestino Mutis |
El siguiente recolector naturalista inglés, Mark Catesby (1682-1749),
realizó dos expediciones, la primera en 1.722 y la segunda tres años más tarde.
Trajo la popular catalpa (Catalpa bignonioides) y también
introdujo el macasar (Calicanthus floridus) y la primera
glicinia (Wisteria frutescens) que se veía en Europa. Esta glicinia no es
muy cultivada, ya que las especies asiáticas son mejores plantas para jardines,
pero esta planta fue popular durante más de un siglo.
Banister fue un misionero y Catesby, el naturalista, fue financiado
por un sindicato de científicos. El recolector que le siguió fue americano, el
independiente John Bartram (1699-1777) padre de la botánica americana. Fue
pagado por una suscripción anual, primero de diez guineas cuando él sólo tenía
suscritos aficionados a árboles. Cuando el número de suscritos ascendió a 61,
la suscripción se partió por la mitad. Por sus cinco guineas, los suscriptores
recibían 105 paquetes de semillas de árboles y arbustos. En su lista, que
sobrevive, mencionaba cuatro pinos (Tsuga canadiensis), dos magnolias,
seis arces, tres abedules, doce diferentes robles, dos nogales y el Rhododendron
maximum, el primer rododendron con hojas grandes persistentes que fue
cultivado, precediendo al ahora omnipresente Rhododendron ponticum, en
30 años. Bartram también envió arbustos como las (Kalmia latifolia) y las azaleas. Estuvo enviando plantas a
Inglaterra durante 30 años, durante este tiempo viajaba desde su casa de
Filadelfia a tan lejos como Florida y el este de Appalachians. Pocas plantas
escaparon de su sagaz búsqueda.
En 1.760 otro recolector, William Young, apareció en escena. Descubrió
poco que fuera nuevo, pero sus plantas eran extremadamente bien empaquetadas y
siempre llegaban en buenas condiciones. Estableció contactos con la firma
francesa Vilmorin y las plantas americanas pronto fueron populares en Francia.
Como resultado de ello los franceses enviaron a André Michaux (1746-1803)
botánico del rey Luis XVI de Francia, que llegó a América en 1.785, aunque no
empezó a recolectar hasta el año siguiente. Permaneció en América hasta 1.796,
centrado en las Carolinas con dos ingleses, John Fraser y John Lyon. Ambos
tenían conexión con el vivero comercial y estaban interesados principalmente
por especies para el jardín. Introdujeron dos nuevas magnolias, un número
importante de arbustos, especialmente azaleas y la atractiva Stewartia
ovata. Lyon también introdujo la Halesia díptera que desgraciadamente,
es el último árbol en cultivo de campanillas blancas.
Rhododendron |
Muchos de estos recolectores se concentraron en los estados del sur,
pero en 1.748, avisados por el gran Linneo, fue organizada una suscripción para
enviar a uno de sus pupilos, el sueco Peter Kalm (1715-1779) a recolectar
plantas a Norteamérica, especialmente Canadá. En seguida Kalm visitó a Bartram
y pareció haber sido muy útil para Kalm, ya que este nunca perdió la
oportunidad de alabarlo. Retornó a Suecia en 1.751 con una moderada colección,
todo lo que tenía no había sido mandado por Bartram a Inglaterra. Sin embargo,
muchas de las plantas eran desconocidas en Suecia. Nueva para Linneo fue la (Kalmia latifolia,) denominada
así en honor a Peter Kalm.
Parecía que el este de Norteamérica también podrían existir árboles y
plantas que podían ser útiles en plantaciones forestales o de jardinería, pero
llegar allí no fue fácilmente accesible.
Es verdad que los rusos habían establecido comercio con Alaska y que
unas cuantas plantas, pocas, habían llegado al jardín botánico de San
Petersburgo, en la isla de Rois, así como en Port Bodega, pero sólo unas pocas
coníferas sobrevivieron.
En 1.792, cuando la expedición de Vancouver llegó al Pacífico, el
botánico-cirujano Archibald Menzies (1754-1842) de la Royal Navy recolectó una
colección de especies y mandó unas pocas semillas, incluyendo dos Lupinus.
La importación de plantas no era todavía importante, hubo que esperar
a 1.824 cuando la comparativamente nueva London (después Royal) Horticultural
Society envió al botánico David Douglas (1799-1834) a Fort Vancouver.
En orden a alcanzar este lugar fue necesario navegar alrededor de Sur
América y ésto le costó a Douglas desde julio de 1.824 hasta abril de 1.825
para llegar allí. Douglas quedó impresionado del gran número de pinos
diferentes que descubrió: "Podéis
pensar- escribió- que yo manufacturo
pinus a mi placer". Su nombre es asociado con el abies de Douglas (Pseudotsuga
douglasii), aunque introdujo otras muchas coníferas, así como el acer
de hojas anchas (Acer macrophylla). Douglas retornó en una segunda expedición,
donde entre otras plantas encontró la Picea sitchensis y el pino de
Monterrey (Pinus radiata), ambos de gran importancia económica. Hay muchas
especies de pinos en cultivo en la actualidad, pero antes todos eran
silvestres.
No es fácil recolectar piñas de los grandes árboles del bosque. Muchos
recolectores han tenido que talar árboles para recolectar sus semillas, sin
embargo, Douglas hacía caer las piñas y salvaba los árboles.
En 1.846 la Horticultural Society envió otro recolector, Theodor
Hartweg (1812-1871), a California. Entre las plantas que introdujo fue el
ciprés, de rápido crecimiento, el ciprés de Monterrey (Cupressus macrocarpa).
La Sequoia fue previamente introducida en Rusia desde Fort Ross, pero el mayor
envio a Inglaterra de (Sequoia sempervirens) fue realizado
por Hartweg.
Después de la gran importación de coníferas de Douglas, un número de
terratenientes escoceses formaron la Oregon Association. En 1.850 enviaron a
John Jeffrey a viajar a través de Canadá hacia las Rocosas para buscar árboles
útiles, así como ornamentales. En principio tuvo mucho éxito enviando tres
interesantes tsugas, algunos pinos, (Thuja plicata y Chamaecyparissus nootkatensis.) Pero en 1.854, Jeffrey
desapareció misteriosamente y nunca más se supo de él. William Lob, que estaba
empleado por el vivero de Veitch en Exeter, Inglaterra, llegó a California en
1.849 y algunos de sus envíos se solaparon con los de Jeffrey. Permaneció en
California desde 1.854 hasta su muerte en 1.863 y fue capaz de mandar un
considerable número de semillas diferentes. La planta por la que es más
conocido es el Sequoiadendron giganteum, uno de los árboles más sensacionales
entre todos los árboles del jardín.
La otra fuente evidente de introducción de grandes árboles, aparte de
Norteamérica, fue el lejano Este, pero existieron muchas dificultades ya que ni
los chinos ni los japoneses se entusiasmaron con la presencia de extranjeros.
Muchos de los primeros visitantes fueron misioneros o comerciantes. Los
japoneses estaban horrorizados por las historias que conocían de las
persecuciones religiosas, así como del comportamiento de los europeos, ésto dio
pié a la revolución en 1.639, donde todos los europeos fueron desterrados.
A la Compañía Holandesa de las Indias Orientales se le permitió
comerciar con los japoneses, pero sus oficiales fueron puestos en cuarentena en
la isla de Deshima, fuera de Nagasaki y sólo se les permitía ir a tierra para
pagar un tributo anual a Tokio. Los chinos fueron menos intolerantes y
permitieron a los portugueses establecer un punto comercial en Makao en 1.537 y
después la Compañía Británica de las Indias estableció otro en Chusan.
En 1.700 llegó James Cunningham, pero fue incapaz de viajar hacia el
interior. Los únicos autorizados para hacerlo fueron un grupo de jesuitas que
fueron retenidos por el emperador por sus conocimientos científicos. A través
de ellos se enviaron semillas de las plantas autóctonas a Francia. El más
notable fue el padre jesuita Pierre Noel Le Cheron D’Incarville que llegó a
Pekín en 1.742 y permaneció allí hasta su muerte en 1.757. El fue el primero
que vio la (Actinidia chinensis,)
el kiwi. Fue sólo en los dos últimos años de su vida cuando fue capaz de viajar
para buscar plantas. Naturalmente, muchas de estas semillas fueron enviadas a
Francia. Cuando su herbario fue reexaminado en 1.890, muchos paquetes estaban
sin abrir y las semillas fueron encontradas. Afortunadamente, también tuvo
correspondencia con algunos británicos, incluyendo dos entusiastas jardineros.
Fueron Philip Miller (1691-1771), en el Chelsea Physic Garden en Londres y el
maestro tapicero Peter Collinson, quién fue el que dió origen a la recolección
de Bartrams en América.
De Incarville y de otro jesuíta, Père Heberstein, los jardineros
recibieron árboles como el árbol del Cielo (Ailanthus altissima), el jabonero (Koelreuteria
paniculata), el árbol de la Vida (Thuya orientalis), la morera de
papel (Broussonettia papyrífera), así como la ornamental (Sophora
japónica, ahora Styphnolobium japonicum), y algunos otros árboles y
arbustos que no se conocían.
Cuando Incarville murió los envíos cesaron, ya que los jesuitas fueron
expulsados y las misiones comerciales fueron aisladas a Macao, excepto para una
visita anual a Cantón para la venta del té. A pesar de ello en China los
buscadores de plantas conseguían ocasionalmente alguna planta. Ej.: Dr.
Fothegill, que aparentemente parecía un patrón de barco entre sus pacientes,
obtuvo el manzano silvestre de flor, (Malus spectabilis,) mientras Sir
Joseph Banks, que era el director nominal de Kew, envió sus recolectores a
muchas regiones tropicales y fue capaz de obtener plantas del membrillo japonés
(Chaenomeles
spp.) y de algunas magnolias, la (Magnolia
denudata,) la (Magnolia Yulan) y la oscura (Magnolia
liliflora.)
En 1.803 Banks envió a William Kerr a colectar plantas para Kew y para
él. Al igual que los comerciantes, Kerr fue confinado a Macao y Cantón. Pero
existían un número de viveros en Cantón y le sirvieron para introducir algunos
árboles, entre los cuales el más conocido hoy es el (Juníperus chinensis) y
también el (Pittosporum tobira) con flores perfumadas, muy
plantado en la zona mediterránea. La magnolia Yulan fue introducida en 1.789
pero en su inicio, fue un sólo árbol. Las magnolias no eran fáciles de
propagar, hasta que muchos jardineros no se interesaron por ello, tardaron 20
años en obtener nuevas magnolias.
A los inicios del siglo XIX los capitanes de la Compañía del Este de
las Indias para conseguir dinero extra traían plantas desde China. A través de
este proceso se introdujo la popular glicina (Wisteria chinensis,)
llegada en la primavera en 1.818.
Al mismo tiempo otras partes del mundo eran visitadas por los
colectores. Los ingleses, que ahora dominaban más la India, emplearon a Dane,
Nathahiel Wallich, para conocer el Jardín Botánico de Calcuta, además Wallich
recolectó en muchas partes de la India y estableció otros recolectores en el
Nepal y el Himalaya. Envió semillas a todos los que se interesaban por ellas y
así las plantas del Himalaya se expandieron rápidamente. Su más famosa
introducción fue el (Cedrus deodara,) pero también envió
muchas otras coníferas. El árbol del rododendron (Rhododendron arboreum),
con sus flores rojo sangre, fue el inicio de las hibridaciones de este género,
cuyo resultado han sido los diferentes rododendrons que poseemos hoy en
nuestros jardines. A Wallich también le debemos el primero de los cotoneaster (Cotoneaster
frigidus) y el serbal de hojas grandes y tiernas.
Las plantas del Himalaya continuaban llegando en pequeñas cantidades
hasta el siguiente colector, Joseph Hooker, que llegó a esta área en 1.849.
Durante los dos años que estuvo, remitió 25 variedades de rododendron, el
abedul de Himalaya (Bétula utilis), el alerce de Himalaya (Larix griffithiana), dos
serbales y probablemente la (Magnolia campbelli.).
Cuando Archibald Menzies volvió de la expedición de Vancouver en 1.797
trajo algunas semillas de un pino de Santiago de Chile. Cuando germinaron
algunas de las semillas que había traído resultaron ser las de la (Araucaria
araucana.) Por mucho tiempo las cuatro o cinco plantas que germinaron
fueron las únicas que existían en Europa y fueron el objetivo de muchos
ambiciosos plantadores el poder conseguirlas. Desgraciadamente, viven en una
parte de Chile donde los nativos son muy hostiles. En 1.824 sin embargo, James
McRae recolectó un cierto número de semillas para la Horticultural Society y
éste parece haber sido el gran semillero de estas plantas, que fue debido a
Thomas Bridges en 1.839. Había mucha gente recolectando plantas en Chile y
Perú, pero no parecían muy interesados en árboles. En 1.830 alguien envió
plantas del (Nothofagus antártica y N.
betuloides,) pero no causaron gran impresión. Esto cambió cuando el
colector de Veitch William Lobb llegó en 1.840 para dos nuevas expediciones.
A través de otros envíos mandaron muchas (Araucaria araucana)
convirtiéndolo en un árbol común. También mandó el (Embothrium coccineum), el árbol chino de las tulipas, y uno
de los árboles más espectaculares, el (Crinodendron
hookeanum,) con sus brillantes linternas japonesas y el soberbio pero
sensible (Eucryphia cordata,) así como un gran número de arbustos
ornamentales.
En 1.840 los ingleses y los chinos estaban en guerra. Aparentemente la
guerra fue por el mercado del opio, pero la razón principal era por el deseo de
los comerciantes europeos de explotar el mercado potencial chino. Esto fue un
sórdido cuento, pero dió como resultado mayor libertad para los europeos de
viajar por China. La London Horticultural Society envió entonces a su
recolector el escocés Robert Fortune (1812-1890).
Fortune realizó cuatro viajes a China durante su vida, en sus
expediciones envió semillas a viveristas, por lo que las plantas fueron
rápidamente reproducidas y comercializadas. En su segunda expedición pasó de
contrabando plantas de té y semillas de la India. Muchas de estas semillas eran
de arbustos y plantas herbáceas, pero entre ellas había árboles, el alerce
amarillo (Pseudolarix), dos robles, el ciprés de cementerio, el Pinus bungeana con un tronco blanco
intenso, el árbol de Judas chino (Cercis chinensis),
Platycarya strobilacea |
Platycarya
strobilacea y el Cephalotaxus
fortunei.) También debido a Fortune le atribuímos algunos melocotoneros
de flor doble y algunas otras especies de Prunus que han perdurado en cultivo.
Después de 1.860 fue teóricamente posible para cualquiera viajar por China,
pero botánicamente las explotaciones estaban en manos de los misioneros
católicos franceses.
Mientras, el Japón fue más accesible para los recolectores europeos y
americanos. Antes de 1.860, los únicos europeos en el Japón eran empleados de
la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. En 1.875, sus cirujanos eran
los botánicos Carl Pehr Thunberg, un alumno de Linneo. Como botánico le faltaba
experiencia, pero como recolector era un gran entusiasta que se organizaba
pequeños viajes a tierra firme y fue capaz de adquirir plantas en los viveros
locales. Incluyo en su lista un número de acers japoneses, pero no se conoce
que ninguno llegara a Europa.
Fue siempre difícil al principio mandar plantas del Este a Europa. Los
barcos tenían que rodear el Cabo de Buena Esperanza y las plantas pasaban dos
veces a través del trópico, lógicamente lo pasaban mal por el excesivo calor,
aparte del riesgo de los daños producidos por las pulverizaciones de sal y el
agua de mar, antes de la introducción de las cajas herméticas, que se
utilizaron posteriormente. En 1.826 el médico de la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales fue Philip Von Siebold (1796-1866), un holandés especializado
en cirugía ocular. Tuvo gran demanda entre los japoneses que sufrían el mal de
cataratas. Era también un cualificado naturalista que recolectaba animales y
plantas. En esta busca de conocimientos obtuvo mapas de muchas islas. Los
japoneses decidieron que era un espía y lo encarcelaron durante un año,
desterrándolo después. Como recompensa por sus servicios los holandeses le
concedieron el monopolio de todas las introducciones de plantas japonesas que
eran cultivadas en Leyden. Siebold se las arregló para hacerse amigo de varios
naturalistas japoneses que le enviaban semillas y otras fueron enviadas por él
como médico de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Siebold volvió a
Japón en 1.858 y permaneció hasta 1.861. Es imposible distinguir en principio
entre las plantas que recolectó él mismo y las introducidas a través del vivero
de Leyden, pero entre las plantas japonesas aparecidas a través de sus auspicios
fueron un número de arces, algunos manzanos ornamentales, un número de
coníferas, el árbol de hojas anchas (Paulownia imperialis), el Cercidiphyllum japonicum y el Hammamelis japónica,) de floración
invernal. Hoy en día el ciruelo japonés es el más popular, pero Siebold parece
que sólo introdujo una sola especie de ellos.
En 1.860 el escocés Robert Fortune (1812-1880)) y John Veitch, un hijo
del líder de los famosos viveros Veitch, llegaron al Japón. Veitch sólo estuvo
desde julio a noviembre. Fortune hizo dos estancias de tres meses en octubre y
el abril siguiente. En la línea de los árboles, las introducciones más
importantes de Veitch fueron todo coníferas, pero también trajo la magnolia de
flores púrpura, (Magnolia liliiflora.) Otras magnolias no pudieron sobrevivir.
Fortune parece ser envió algunos árboles, aparte de un gran número de formas
matizadas ya conocidas, mandó así mismo muchos arces, entre los que se
encontraba el de hojas matizadas, (Acer rufinerve.) Al mismo tiempo un
americano, Dr. George Hall, enviaba plantas de los Estados Unidos que incluían
la (Magnolia
kobus y la Magnolia stellata.)
En 1.869 el Canal de Suez facilitó el viaje al lejano Este haciéndolo más
rápido, con lo que un considerable aumento del comercio entre los viveristas
europeos y japoneses fue una realidad.
La más nórdica de las islas de Hokkaido todavía estaba por explorar
cuando llegó el recolector de los viveros Veitch, Charles Maries, llegó en
1.877. Se concentró en coníferas y recolectó una buena colección de semillas
sólo para verlas hundidas en un naufragio. Inmediatamente realizó otra
colección que llegó con éxito a Inglaterra.
Maries entonces fue a China y Taiwan, donde no tuvo grandes éxitos
pero consiguió introducir el más ornamental de los fresnos (Fraxinus mariessi).
Retornó al Japón en 1.878 y permaneció hasta 1.880. Entre los árboles
introducidos durante esta estancia fueron ocho arces, el castaño japonés (Aesculus
turbinata) y el popular arbusto Viburnum plicatum "Mariesii".
La primera sospecha de la enorme riqueza floral descubierta en China
viene del trabajo de padre Armand David (1826-1900), misionero franciscano,
particularmente de su expedición de Mupin en 1.878-70. Su interés fue
principalmente zoológico y comprobó que no tenía tiempo de hacer un herbario
representativo. Las plantas que producía (muchas se perdieron en un naufragio)
eran el comienzo. El árbol más notable fue el árbol de los pañuelos, conocido
en su honor como (Davidia involucrata) El introdujo también el almendro
silvestre (Prunus davidiana), pero fueron otros recolectores posteriores
los que facilitaron su descubrimiento para los cultivadores.
El sucesor de David fue el padre jesuíta Delavay (1834-1899), que era
un prodigioso trabajador. David fue liberado de sus misiones eclesiásticas por
su trabajo científico, los últimos misioneros eran sólo naturalistas en su
escaso tiempo libre. Todavía entre 1.881 y 1.888 Delavay envió al museo de
París más de 4.000 especies de las cuales 1.500 eran ya conocidas. Después de
1.886 sus esfuerzos fueron reforzados por el Padre Soulié en Tatsienlu, en el
borde del Tibet y después en 1.892 por Farges Szechuan. Estos dos misioneros
enviaron semillas a los famosos viveros franceses de Vilmorín, lo que produjo
que las nuevas plantas de China fueran rápidamente introducidas en el comercio.
Al mismo tiempo, la flora china era cada vez más conocida debido a los trabajos
del botánico italiano Giussepe Giraldi, padre franciscano. En 1.886 el Dr.
Augustine Henry, del servicio de clientes ingleses, empezó a mandar semillas a
Kew y donde 5.000 especies fueron recibidas desde 1.886 al 1.900.
En 1.889 Sir Harry Veitch, propietario de una empresa dedicada a la
jardinería, envió a un joven llamado Ernest Wilson a China para recolectar
semillas del árbol de los pañuelos (Davidia involucrata). Fue aconsejado
de no preocuparse de otra cosa, ya que las plantas que valían la pena, en China
ya habían sido introducidas. Estas palabras fueron escuchadas frecuentemente
durante los progresos de este siglo y siempre fueron tremendamente erróneas.
Wilson había tomado las direcciones de Augustine Henry, pero sólo encontró una
Davidia y cuando llegó al lugar indicado comprobó que ya la habían cortado.
Wilson decidió encontrar la original descubierta por David en Mupin, pero pronto
para su satisfacción encontró otras once Davidias y fue capaz de enviar una
gran cantidad de semillas al vivero que las había solicitado. Cuando volvió a
Inglaterra en 1.901, ninguna había germinado, pero en mayo de 1.902 todas
nacieron, enmacetando más de 13.000. Previamente, Forges había enviado 37
semillas a Vilmorin y una había germinado, pero le debemos a Wilson la
existencia de este árbol en muchos viveros gracias a aquella recolección del
árbol que había clasificado Armand David.
Davidia involucrata |
Wilson realizó otras tres expediciones a China, una más para Veitch y
dos para el Arboretum de Arnold en Boston. Introdujo no menos de 1.000 nuevas
plantas para cultivo, una serie de lirios, parecidos a la popular azucena. La
lista de plantas incluía nueve arces, tres abedules, tres magnolias, (Cornus
kousa chinensis) y ocho serbales, así como unos 65 rododendros.
Wilson fue seguido por los buscadores de plantas Farier y Purdom,
Georges Forrest, Frank Kindon-Ward, el americano Joseph Rock y por Ludlow y
Scheriff, todos ellos introdujeron plantas desconocidas desde las aparentemente
inagotables montañas del Este de Asia. Hay otros muchos que irán cuando las
condiciones para los recolectores hayan mejorado y visitarán otra vez estas
montañas para continuar con sus investigaciones.
Sevilla julio 2016
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