HISTORIAS EN VERDE
LOS ARBOLES EN LA CIUDAD
10ª REFLEXION
A lo largo de los siglos han existido muchos acontecimientos
que han condicionado la utilización de las plantas ornamentales. Los romanos y
los árabes cultivaban plantas propias de huerta y aromáticas junto con algunas
plantas ornamentales, las pérgolas con vides de las que recolectaban sus
frutos, las higueras, los ciruelos, albaricoqueros, melocotoneros, azufaifos y
almendros desempeñaban un papel similar junto con los olivos, árbol
mediterráneo por excelencia y utilizado como fuente de aceite para mesa desde
hace mil años, eran especies cultivadas. Utilizaron los romanos muchas especies
ornamentales, unas propiamente mediterráneas como el ciprés, el pino y otras
aromáticas que traían a través de su comercio con Oriente.
Además del olivo (Olea europaea), el almez
(Celtis
australis), la encina (Quercus ilex), el laurel (Laurus
nobilis), así como el algarrobo (Ceratonia siliqua), eran plantas
habituales en sus jardines junto con otras como el fresno (Fraxinus angustifolia),
el álamo blanco (Populus alba), el chopo (Populus nigra), junto con los
almendros (Prunus dulcis), perales (Pyrus communis), manzanos (Malus
communis), el ciruelo (Prunus doméstica). y la higuera (Ficus carica).
No faltaban los arbustos, entre los que destacamos
el arrayán (Mirthus communis), las lavándulas en sus especies cantueso (Lavándula
stoechas), espliego (Lavándula angustifolia), el romero (Rosmarinus
officinalis), madroños (Arbutus unedo) y la popular adelfa (Nerium
oleander), sin olvidar el autóctono taraje (Tamarix gallica). Sin
embargo, utilizaban también los bojes (Buxus sempervirens), arbusto de
regiones más húmedas y frías.
No podemos olvidar los rosales trepadores y las
vides que utilizaban para cubrir muros y pérgolas, así como plantas aromáticas:
la albahaca (Ocinum basilicum), la menta (Mentha spicata), y
ornamentales como el lirio (Iris germánica), el acanto (Acanthus
mollis), la violeta (Viola odorata) o la azucena (Lilium
candidum), junto con alhelíes (Mathiola annua) y conejitos (Antirrhinum
majus), sin olvidar los cidros (Citrus médica).
Como podemos observar, muchas de estas plantas son
utilizadas hoy en día en la jardinería popular.
Con la invasión árabe, la jardinería tomó otros
derroteros. Se orientó más hacia la huerta-jardín y al jardín como zona de
recogimiento y meditación, el cultivo de plantas para los sentidos, deleite
para la vista, perfumes para el olfato y fuentes y pájaros para el deleite del
sentido del oído.
Siguen cultivando encinas, laureles, cipreses,
jazmines, espliegos, albahacas, mirtos, e introducen nuevas variedades como el
naranjo amargo (Citrus aurantium), el limonero (Citrus limonium), el
azufaifo (Ziziphus jujuba), el granado (Punica granatum), el
paraíso (Melia azedarach) y otras especies.
Los jardines en el Renacimiento utilizaban
tradicionalmente especies mediterráneas junto con algunas especies asiáticas
que habían llegado a través de la Ruta de la Seda. Los jardines eran reales,
palaciegos y claustrales. En esta época surgieron los grandes descubrimientos a
partir de los cuales fueron llegando nuevas plantas desconocidas hasta
entonces. Nació entonces el deseo de cultivar especies raras que nos llegaron a
través de las expediciones que partieron hacia América desde Andalucía.
En época de Felipe II, el médico sevillano Nicolás
Monardes escribe un libro "Historia medicinal de las cosas que se traen de
nuestras Indias occidentales" basado en las noticias que le traían los
navegantes que allí iban y venían, citando además a 25 especies medicinales,
otras de cultivo agrícola. El libro fué traducido en muchos idiomas,
conociéndose en Inglaterra como "Noticias jubilosas del Nuevo Mundo"
("Joyful news from a New World").
A Sevilla llegaron plantas y semillas de numerosas
especies americanas a través del interés que se tomaron científicos sevillanos
como el médico Nicolás Monardes (1.508-1.588), primero con plantas de interés
agrícola como el maíz (Zea mais), el pimiento, (Capsicum
annuum) el tabaco (Nicotiana tabacum), el girasol (Helianthus
annuus) y la patata (Solanum tuberosum).
Monarda - homanajea a Nicolás Monardes |
La introducción se realizaba por el interés de
algunos navegantes y soldados, después fueron las órdenes religiosas, entre las
que destacaron los jesuitas, franciscanos y agustinos.
Pero fue la Corona española la que financió muchas
expediciones botánicas en la exploración de nuevos territorios, en la que se
estudiaban las plantas para su posible introducción en España. Fue Carlos III
el rey que organizó las más importantes expediciones científicas españolas a
América, que siguieron en los reinados de Carlos IV y de Fernando VI.
Hernando Colón (1.488-1.539) cultivó en su jardín
situado cerca de lo que hoy es la calle Goles, muchas especies, entre ellas el
zapote o ombú (Phytolacca dióica). Otros científicos mantuvieron jardines en
los que se cultivaban estas plantas exóticas en Sevilla, correspondiendo con varios
eminentes botánicos extranjeros, a quienes enviaba plantas, entre ellas el
nardo (Polianthes tuberosa), planta mexicana que dio a conocer por
primera vez. Este médico sevillano fue el primero en Europa que tuvo catálogos
anuales de sus plantas cultivadas.
imagen de ABC |
En Jardines de las Delicias |
En esta época existía una gran afición a los
jardines botánicos, afición que decayó durante el reinado de Felipe II.
Mueble del Herbario de J Salvador, por Jordi Vidal Licencia creative commons |
Ya a finales del siglo XVII, Jaime Salvador, en San
Juan Despí a orillas del Llobregat, creó un jardín de plantas, en 1.755 en
Madrid forma el primer Jardín Botánico verdadero en la Huerta de Migas
Calientes, un jardín científico donde se inició la enseñanza de la botánica por
Quer y Minuart.
Jardín Botánico Madrid, FDU - Licencia Creative Commons |
Los jardines botánicos se extendieron para albergar
las plantas exóticas de las colonias de ultramar, Cádiz, el Puerto de Santa
María, Valencia, Cartagena, y principalmente el de la Orotava, donde se
aclimataban estas plantas para trasladarlas después, con sumo optimismo a los
parques y jardines reales de Aranjuez, la Granja, el Buen Retiro, donde iban
pereciendo por la dureza del clima para acoger plantas americanas, aún las que
eran cultivadas en las estufas.
Sin embargo, en Tenerife y Valencia prosperaron las
plantas traídas de América y Asia.
En los albores del siglo XIX, el Príncipe de la Paz,
Manuel Godoy, crea otro jardín botánico en Sanlúcar de Barrameda, éste de vida
muy efímera, ya que se destruyó en 1.808 durante la guerra de la Independencia.
En la ciudad de Valencia desde 1.632 existía un
jardín botánico en el huerto del Hospital de San Lázaro que finalmente fué
trasladado frente el convento de San Sebastián, lugar que ocupa en la
actualidad. El clima templado y soleado de Valencia sirvió para aclimatar
muchas plantas que llegaban de las Indias para Carlos III. Aquí se pudieron
admirar por primera vez la Firmiana simplex (Parasol de China),
la Gleditschia
triacanthos (acacia de tres púas o acacia negra), la Beaucarnea
recurvata de México, la Dracaena indivisa atropurpúrea de
Nueva Zelanda, entre otras muchas.
LAS EXPEDICIONES BOTANICAS AL NUEVO
MUNDO
Fue en el siglo XVIII el de las grandes expediciones
botánicas al Nuevo Mundo que no se habían vuelto a organizar desde Felipe II.
En el reinado de Carlos III fue la época en que más
auge tuvieron las artes y las ciencias, el monarca era un gran aficionado a la
botánica que había estudiado desde su niñez. En este periodo la flora de
nuestra península fue clasificada por Linneo, el Rey fomentaba y favorecía
estas aficiones y, a mediados del siglo XVIII partieron las grandes expediciones
que habían de explorar América del Sur, se introdujeron cantidad de plantas
nuevas debido a la variedad de climas que existían en las enormes posesiones de
ultramar, por lo que formaron una de las colecciones de plantas más valiosas
del mundo. "Ningún país europeo gastó mayores cantidades para propagar el
conocimiento de las plantas". Alexander Humbolt "Essai politique sur
le royaume de la nouvelle Espagne".
Las tres grandes expediciones subvencionadas por
Carlos III y Carlos IV con el fin de enriquecer las colecciones de plantas
formadas en el Jardín Botánico de Madrid, fueron las destinadas a los Reinos de
Perú y Chile, la del nuevo Reino de Granada (Colombia) y la tercera que exploró
el Reino de Nueva España (México).
Después poco a poco fuimos perdiendo nuestras
colonias y una nueva generación de botánicos exploraron las Américas, el
Oriente y Oceanía.
Una introducción particular fue la de la chumbera (Opuntia
vars.), que comían los navegantes para combatir el escorbuto y cuyas
semillas, el higo chumbo, venían pegadas a los bultos de yute que
transportaban. Muy difundida en toda Andalucía como cerramiento protector y
vallado de fincas, antes de la aparición del alambre de espino.
Parque María Luisa |
Otro insigne personaje llegó a Sevilla en 1.816, Don
Claudio Boutelou (1.774-1.842), como director de la Compañía de Aguas del
Guadalquivir, procedente de los jardines de Aranjuez, donde era director, en la
época de las actuaciones del Asistente Arjona, puso en el jardín de las
Delicias, un vivero para aclimatar especies americanas muchas de las cuales
ahora vemos plantadas en los jardines de la ciudad.
Sin embargo, fue en la Exposición Universal de
Sevilla, Expo 92, donde a través del Programa Raíces llegaron a Sevilla más de
500 especies americanas donadas por los países que asistieron a la muestra
plantadas, principalmente en el conocido como Jardín Americano, suponiendo para
nuestros jardines la operación más importante de su historia en lo que a
introducción y aclimatación de plantas americanas se haya realizado.
El pomarosa (Syzingium cumini), el cedro de Cuba (Cedrela
odorata), el algarrobo de Chile (Prosopis chilensis), la encina de
Virginia (Quercus virginiana), el ahuehuete (Taxodium mucronatum), la
Senna
corymbosa, etc... Son introducidos como otros muchos son árboles que
han venido a ampliar la paleta de especies americanas.
Con anterioridad, y promovido por la Empresa
Municipal de Aguas de Sevilla (EMASESA), se creó el Arboreto El Carambolo, de 4
hectáreas, en los terrenos colindantes a la Estación Depuradora de Aguas
Potables El Carambolo, donde se plantaron más de 480 especies pertenecientes a
113 familias botánicas que componen una variadísima flora de especies
tropicales, subtropicales y mediterráneas, algunas ya cultivadas y otras sólo
representadas en este recinto.
Arboreto del Carambolo |
El recinto cumple sus funciones educativas,
permitiendo actividades formativas desde niveles elementales hasta enseñanzas
universitarias, proyectándose hacia la sociedad en un sentido más amplio al
gran público, al aficionado, al profesional, al botánico y al jardinero, donde
pueden contemplar numerosas plantas aclimatadas a la ciudad que no han sido
utilizadas en la jardinería sevillana.
Plantas ornamentales, medicinales, industriales,
autóctonas, aromáticas y culinarias, trepadoras y sarmentosas, cactáceas y
suculentas, palmáceas, etc... pueden ser observadas y conocidas por los
visitantes en este Arboreto.
Muy ilustrativo.
ResponderEliminarMuy ilustrativo-
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